México, DF, 12 de julio (apro).- El pasado viernes 7 a las nueve de la noche, sin ninguna explicación, Televisa canceló de ultima hora una entrevista con Andrés Manuel López Obrador.
Aunque ya se tenía confirmada, la conversación con Joaquín López Dóriga fue cancelada sin ninguna explicación, cerrando así la oportunidad de conocer las impugnaciones que el tabasqueño ya tenía preparadas, entre ellas las grabaciones de Elba Esther Gordillo y Pedro Cerisola con el gobernador priista de Tamaulipas, Eugenio Hernández, haciendo proselitismo a favor de Felipe Calderón.
Cuatro días después se realizó la entrevista, pero más que un cuestionamiento, López Dóriga hizo una serie de acusaciones y juicios en contra del perredista, al que acusó de intentar anular la elección, con lo que se evidenció el arranque de una campaña mediática en contra del tabasqueño.
En la concentración en el Zócalo capitalino, López Obrador pidió a los medios no cerrar sus puertas a la información que se viene generando sobre las irregularidades que se registraron en el 2 de julio y que son parte de los alegatos que la coalición Por el Bien de Todos ha presentado ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Era evidente que para entonces ya empezaba a expresarse la “alineación” de los medios con el poder en turno.
La preocupación del candidato presidencial era más que justificable debido a los signos de intolerancia que en su contra –y de sus seguidores– se están expresando en distintos sectores sociales y en algunos medios de información, entre ellos los periódicos Reforma, Crónica, los programas radiofónicos de Pedro Ferriz de Con y Oscar Mario Beteta, y en Televisa.
El programa cómico de Televisa, “El privilegio de mandar”, dio una muestra de este ambiente de intolerancia en su última emisión. Rompiendo el hilo conductor que venían desarrollando de mofarse de todos y cada uno de los personajes políticos, esta vez se lanzaron a la yugular de López Obrador, exigiéndole que abandonara su derecho constitucional de presentar sus pruebas de irregularidades en el resultado electoral del 2 de julio.
El mensaje, obviamente tuvo que ser aprobado por los dueños de la empresa, Bernardo Gómez y Emilio Azcárraga Jean, quienes en distintos momentos han demostrado su aversión hacia López Obrador y su simpatía interesada por el PAN y Felipe Calderón.
Los enconos expresados en las calles y plazas públicas de los calderonistas-panistas en contra de los seguidores de López Obrador, a quienes tildan de “resentidos”, “nacos”, “pobretones”, etc., han sido motivados desde hace tiempo por la guerra sucia de spots que desplegaron el PAN, los empresarios y algunas agrupaciones de derecha, que pagaron millones de pesos para mostrar imágenes de guerrilla, violencia y caos, malamente vinculadas al PRD y la izquierda.
Algunos de estos medios, principalmente Televisa, se encargaron de difundir estos mensajes cargados de un alto contenido de resentimiento ideológico y clasista, los cuales llegaron a tierra fértil.
El presidente Vicente Fox también ha abonado este terreno de odio. Su expresión desafortunada, de llamarles “renegados” a los que piden la revisión del proceso electoral, evidencia su aversión personal hacia López Obrador y lo que representa socialmente.
La obsesión en contra de López Obrador no es nueva en Fox, y mucho menos en su esposa Marta Sahagún. Pero las expresiones públicas de este odio apenas comenzamos a descubrirlas y, sobre todo, a sopesarlas en su contexto político y social, pues a partir de la campaña electoral comenzó a manifestarse, con todo el poder de la Presidencia, provocando el encono social que hoy resentimos.
Pero quizá donde se ve con mayor nitidez la intolerancia provocada desde el gobierno y seguida por el PAN y Felipe Calderón, es en Internet. Allí el intercambio de descalificaciones, de acusaciones y de enconos se ha elevado a grados realmente graves. Los perredistas y seguidores de López Obrador acusan de “nazistas”, “ultraderechistas” e “hijos de Aznar” a los panistas. Pero los simpatizantes de Calderón han respondido con calificativos aún más graves por el odio clasista y racista que llevan consigo y concitan a la violencia.
“Nacos”, “hambreados”, “indios”, son al menos algunos de los calificativos que usan en sus mensajes los panistas para referirse a los perredistas. No sólo eso, las imágenes son más fuertes todavía. Una de ellas es la que más preocupa.
La caricatura que el cartonista Hernández hizo de López Obrador, que fue utilizada en miles de pegotes y playeras, en la que se ve al tabasqueño alzando el dedo pulgar en señal de triunfo, fue modificada por panistas anónimos.
Resulta que el mismo dibujo de López Obrador aparece en la pantalla pero, al momento de levantar el pulgar, se presenta una explosión en su cara, acto seguido aparece nuevamente el rostro del candidato presidencial perredista con un disparo en la frente. Con un hilo de sangre escurriendo en el rostro, ejecutado, el cuerpo del tabasqueño va cayendo hasta que desaparece.
Tal vez para muchos esto no es grave, porque se trata únicamente de una broma pesada. Sin embargo, la escena de la ejecución es de por sí preocupante. El mensaje es de una violencia que rebasa los límites de la confrontación verbal que hasta ahora habíamos presenciado. La broma revela hasta dónde están llegando los odios sociales y el peligro de que el clasismo y el racismo se manifiesten de manera violenta. Y eso no ayuda a nadie.
Históricamente se ha visto que si estos odios sociales y raciales no se detienen a tiempo, generan fenómenos de segregación y división sociales que, a la postre, derivan en una lucha violenta. No hay que olvidar que de la represión en 1968 y 1971 surgieron los primeros movimientos armados que sobrevivieron a la guerra sucia y que, de manera clandestina, se han transformaron en los grupos que hoy actúan.
Hasta ahora los niveles de intolerancia se han presentado con mayor fuerza entre los simpatizantes de Felipe Calderón, al menos es lo que hemos visto en televisión. Las burlas de los panistas, las expresiones del presidente Fox llamando “renegados” a los inconformes con el resultado electoral, sólo están generando más odios entre los grupos sociales que supuestamente fueron derrotados. Las actitudes del equipo calderonista, principalmente de Juan Molinar Horcasitas, ninguneando al adversario político, tampoco ayudan.
Dice el historiador Lorenzo Meyer que después de esta elección, México está viviendo una situación similar a la del siglo XIX, cuando se enfrentaban liberales contra conservadores. De alguna manera es una situación similar, salvo que ahora la historia es distinta y la confrontación está rebasando los niveles de la tolerancia y nos acercamos peligrosamente a los límites de la violencia social.
El 31 de agosto es el día límite para que el TEPJF dicte sentencia a las impugnaciones. La credibilidad del proceso comicial está en juego. Pero más allá de la determinación judicial, lo que realmente está en la mesa es la estabilidad social, porque no hay que olvidar que el país se dividió a la mitad en la elección del 2 de julio pasado.
Aún es tiempo de detener este encono, la responsabilidad la tienen el presidente de la República, el secretario de Gobernación, los líderes políticos, los empresarios y hasta los representantes de las iglesias y de los medios de comunicación, que hasta ahora solamente han mostrado la cara de la intolerancia. Pero sobre todo el Tribunal Electoral, que en sus manos tiene la posibilidad de darle credibilidad a esta elección manchada desde el poder institucionalizado.
José Gil Olmos
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